Hosanna arranca un 5 de noviembre de 1996, cuando el pastor Ítalo Frígoli reunió a jóvenes en La Pintana para demostrar que se puede ser deportista y fiel seguidor de Cristo. Nació con una misión clara: llevar el testimonio evangélico a los estadios, a los medios y, sobre todo, a los corazones de niños y adolescentes a través del deporte.

Su nombre se traduce como “Bendito Seas en el Nombre del Señor”, aunque el hebreo lo señala como “Sálvame, te lo Ruego”. Nació con una misión clara: llevar el testimonio evangélico a los estadios, a los medios y, sobre todo, a los corazones de niños y adolescentes a través del deporte.
El club planteó desde sus inicios una visión: “demostrar que uno puede competir sin renunciar a sus convicciones”. Su misión incluía no solo el equipo profesional en el torneo nacional, sino también la formación integral de la próxima generación. Bajo un código de honor —Alerta, Limpio, Honrado, Valiente, Leal, Cortés, Obediente y Espiritual—, Hosanna buscó equipar a sus jugadores con disciplina física, mental y espiritual.
En 1998, apenas dos años después de su debut, Hosanna conquistó la Cuarta División y ascendió a Tercera. Allí sostuvo campañas destacadas, llegando a liguillas de ascenso y ganándose el respeto de sus rivales pese a sus humildes recursos. Técnicos de renombre como Luis Alberto “Fiera” Ramos y, años más tarde, Esteban Valencia (ex U de Chile) junto a Felipe y Marco Cabezas, firmaron su transformación en escuela de fútbol.
La década del 2000 presenció el choque cristiano por excelencia del fútbol chileno: Hosanna vs. Cristo Salva. Surgido de una división interna, el duelo reunió a dos escuadras forjadas en la fe. Ambos llenaron las tribunas de cánticos bíblicos y fair play, celebraron empates épicos y victorias ajustadas. Aunque Cristo Salva desapareció en 2004, el recuerdo de esas batallas persiste en la memoria de Puente Alto.
Hoy, Hosanna es más escuela que club profesional. Bajo el mando de Esteban Valencia y los Cabezas, mantiene su énfasis en valorizar la juventud a través de la fe y el fútbol. Sus camisetas siguen llevando el escudo que nunca prometió riqueza, sino un compromiso con la comunidad y un estilo de juego limpio.
Más allá de su origen religioso, en La Butaca Deportiva valoramos el fútbol de verdad: ese que se juega con respeto, honestidad y compañerismo. Igual que Hosanna llevó al campo un código de honor inquebrantable, nosotros celebramos cada gesto que ponga el fair play por encima del resultado.