Un niño patea una pelota en La Cisterna, otro esquiva escombros en Gaza.
El primero celebra un gol en el Estadio Municipal; el segundo busca aire entre los gritos.
Ambos, aunque a mundos de distancia, llevan algo en común en el pecho: el mismo escudo, la misma bandera, el mismo pueblo.
Porque el Club Palestino, fundado hace casi un siglo en Santiago de Chile, dejó hace rato de ser solo un equipo. Hoy, es cultura. Es territorio. Es la camiseta de una nación sin fronteras.
Fundado en 1920 por inmigrantes palestinos que llegaron a Chile en busca de dignidad, el Club Palestino fue primero una manera de reunirse, de sobrevivir lejos del hogar.
Con el tiempo, la pelota dejó de ser solo distracción y se volvió un acto político.
Cada vez que el club salta a la cancha, lo hace representando no solo a una comuna o una hinchada, sino a un pueblo entero.
En sus colores —negro, blanco, rojo y verde— no hay marketing. Hay memoria. Hay territorio.
Una bandera en movimiento, dentro de un torneo nacional.
En Cisjordania, en Colombia, en Santiago: hay banderas del Club Palestino que flamean donde se escucha la palabra “resistencia”. No por romanticismo. Por necesidad.
Cuando el equipo se posicionó abiertamente con la causa palestina, pintando un mapa de Palestina histórica en sus dorsales (temporada 2014), provocó reacciones internacionales.
La ANFP multó. Israel protestó. Pero los hinchas, en vez de retroceder, multiplicaron su voz.
Ese día, el Club Palestino reafirmó su condición: no era un club con postura política. Era política hecha club.

Mientras en La Cisterna un niño grita un gol de Bryan Carrasco, en Hebrón, Gaza o Ramallah otro lo celebra desde un celular. La pelota es la misma, pero la cancha es distinta.
Palestino ha logrado algo difícil: unir esas dos realidades sin caer en el símbolo vacío.
Cuando la camiseta se alza en el torneo nacional, también se alza un mensaje: la memoria no se olvida porque esté lejos, se grita en cada pase, en cada tiro de esquina.
Un niño puede ver fútbol. Otro puede ver cómo su casa se desmorona. Pero ambos, por un momento, están unidos por un grito que traspasa geografías.

En tiempos donde los equipos son empresas y los escudos se rediseñan para vender camisetas, el Club Palestino resiste como lo que siempre fue: un acto de comunidad.
Los hinchas no alientan solo a un equipo que juega en Primera. Alientan a una memoria colectiva que no se rinde. Y esa fidelidad ha convertido a Palestino en algo más grande que sí mismo: un emblema.
Y mientras el niño que jugaba con una pelota en La Cisterna, y el otro, en Gaza esquiva los escombros, el escudo del Club Palestino les recuerda que, aunque sus caminos sean distintos, comparten una misma causa que no se rinde… “que gane el Palestino y se libere Palestina”.
En La Butaca Deportiva no sólo vemos el fútbol como un deporte… lo entendemos como un lenguaje que une territorios, memoria y lucha. Porque cada club, cada hincha, cada grito de gol, también cuenta una historia que vale la pena escuchar. Y aquí, las contamos desde la tribuna, con corazón y conciencia.