Sábado de Copa Chile. Limache y Colo-Colo ya se enfrentaron y ayer U. de Chile eliminó a Recoleta. Sin embargo, ahora mi televisor sintoniza ESPN: en él juegan en vivo Boca Juniors vs Lanús, señal abierta a buena parte del continente. Al mismo tiempo —con la misma pelota rodando al sur del mundo— Palestino y Audax Italiano disputan un choque clave del grupo E… sin transmisión televisiva ni relato radial de alcance nacional. El contraste es tan nítido como incómodo.
TNT Sports Chile, poseedor exclusivo de los derechos locales, reprogramó repeticiones de los dos clubes de mayor arrastre. Ni Radio ADN, ni Cooperativa transmiten el duelo. Para las colonias árabe e italiana —y para cualquier aficionado al deporte rey— la única alternativa es refrescar apps de resultados o seguir hilos en redes sociales. Se termina viviendo el partido como un rompecabezas de textos: notificación de córner, emoji de tarjeta amarilla, un “GOOOOL” en mayúsculas que tarda diez segundos en describir al autor.
Cuando una liga prioriza solo a un puñado de camisetas, reduce la historia que el país cuenta de su propio campeonato. Palestino y Audax representan tradiciones migrantes que ayudaron a fundar el fútbol chileno; su ausencia en la parrilla no solo resta audiencia, también recorta la diversidad programática. La visibilidad equitativa —aunque sea con producción mínima o señales online de ambiente— sería coherente con el valor patrimonial que la ANFP atribuye a todos sus clubes.
Cada encuentro sin difusión erosiona el vínculo entre hinchadas y torneo. Quien no puede ver a su equipo termina consumiendo ligas extranjeras que garantizan cobertura estable. Así, el fanático termina reconociendo más alineaciones de Boca o Lanús que de los rivales de su propio campeonato.
El partido en ESPN entra en tiempo agregado: plano general de La Bombonera, rugido de la tribuna, relato que llega a todo Chile, Sudamérica y a todo el mundo. En paralelo, la app marca 89’ en La Florida y un 2-2 que quizá cambió hace segundos. Dos realidades separadas por la misma señal perdida. El silbato final en Buenos Aires refuerza la pregunta: ¿Cuándo el fútbol chileno ofrecerá la misma ventana para todos sus protagonistas?